Cuento publicado en “Cuentos e Historias de Río Bravo”, de José María García Báez, en 2008 (Print House).
Año de 1962, era un lunes, tres de diciembre
por la noche, en el lenocinio denominado Café Allende, un giro mixto ubicado en
la zona de tolerancia del poblado de Nuevo Progreso, municipio de Río Bravo,
Tamaulipas, el temible gatillero Generoso Garza Cano, bailaba con una mujer
llamada Rosa María Bustamante.
Un joven de complexión mediana, como de unos
19 años, blanco, patillas largas, nariz un poco aguileña, vestido de pantalón y
chaqueta caqui con puños y cuello café, que usaba un sombrero tipo texano de
palma, apareció por la puerta principal del local de madera. La mesera María
Torres, quien se encontraba en la puerta de la cantina esperando a unos
músicos, se hizo un poco a un lado para dejar pasar al desconocido.
Generoso Garza Cano, según la prensa de la
época y la crónica popular, era un matón a sueldo con un largo historial de
muertes, asesinatos y enfrentamientos a tiros en Nuevo León y Tamaulipas. Era
un hombre enorme, de facciones duras, cabellera negra, gustaba de visitar
cantinas y tugurios.
Señalado por ultimar a balazos a dos
campesinos en Burgos, Tamaulipas, se dice que en la carretera a Linares, Nuevo
León, emboscó y asesinó alevosamente a un señor de apellido Garza Delgado,
dejando herido a su hijo. En Méndez, Tamaulipas, asesinó a un hombre y su
sobrino, el segundo, porque pretendió defender a su tío, asesinatos que
causaron enorme indignación en la región. En la Arguelleña, rancho ubicado al
sur de la cabecera municipal de Río Bravo, Tamaulipas, mató a su novia
Carmelita, en este caso fue detenido por fuerzas federales, llevado a Matamoros
y a Ciudad Victoria después, obtuvo su libertad gracias a la intervención de
prominentes personajes y políticos de Nuevo León a quienes servía, según el
dicho popular.
Continuó su carrera señalado en crímenes como
el de Ismael Ramos y Ernesto Elizondo en Matamoros, mencionado el segundo como
presidente municipal. Sus duelos a balazos con gente del hampa en China, Nuevo
León y otros lugares de ese estado. En Tamaulipas, sus enfrentamientos fueron
muy sonados, principalmente gracias a la prensa, su última hazaña fue cuando se
confrontó a tiros con otro gatillero, Gilberto del Fierro, en Reynosa,
Tamaulipas.
La mesera María Torres dejó pasar al joven
desconocido, quien entró a la cantina, observó que Generoso Garza Cano, de
espaldas a él bailaba con una mujer, sacó de entre sus ropas una pistola 380,
apuntó… y disparó, ¡Pum, pum, pum! Pausada y sistemáticamente, una, otra y otra
vez.
En el lugar se encontraba Othón Blanco, amigo
del pistolero Garza Cano y administrador del hotel Habana, quien estaba en la
barra con una mujer. Momentos antes de que entrara el joven empistolado, había salido
de la cantina Alfredo Chávez, quien era el dueño del establecimiento.
La pareja se encontraba bailando a tres
metros de la puerta del local, a los primeros disparos Garza Cano intentó darse
la vuelta pero nunca logró defenderse, una bala rozó la mejilla izquierda de
Rosa María Bustamante, quien fue lanzada a un lado por la víctima, mientras
éste volteaba a ver a su asesino, quien no dejaba de accionar arma.
Generoso Garza Cano intentaba sacar su
pistola pero ya no pudo, dicen que con sus manos, se tocaba el cuerpo al sentir
los disparos de su agresor.
Según periódicos de la época, José Uresti,
amigo de Garza Cano, ese lunes por la mañana, le acompañó a Reynosa, lugar
donde se separaron, para el segundo dirigirse a un cuarto que tenía rentado en
un hotel de Río Bravo, lugar donde permaneció por varias horas, posteriormente
partió para Nuevo Progreso.
Según Rosa María Bustamante, el matón a
sueldo se refería bien de Nuevo Progreso- “Aquí me quieren mucho, son buenas
gentes”- solía decir Garza Cano.
Rosa María conocía de antes al matón, en
Hidalgo Nuevo León, donde según la mujer, éste era amigo de Vicente Odón
González, ganadero y agricultor neolonés.
La misma saña inaudita y la felonía con la
que atacaba a sus víctimas el pistolero Garza Cano, de acuerdo a la prensa de
la época, se reflejaba en el rostro de intenso odio del joven pistolero, quien
disparó la carga completa de su pistola contra la humanidad del gatillero,
quien cayó al suelo, boca arriba, mientras el piso de la cantina empezaba a
impregnarse de sangre.
Según los díceres, la mesera María Torres, se
puso entre los hombres y dijo- “Ya no le tire, no sea cobarde”-
El joven pistolero, haciendo caso omiso de la
mesera, hizo una pausa para recargar tranquilamente su arma, mientras su
víctima agonizaba a sus pies. Una vez recargada la pistola, disparó nuevamente,
sin piedad, sobre la humanidad del moribundo gatillero.
La mesera salió corriendo y gritó- “¡Policía,
ayuda, policía, ayuda!”-
El joven salió despacio y con calma, sin
decir palabra y desapareció, se dice que iba armado con dos pistolas.
La crónica popular, refiere, que el posible
asesino de Generoso Garza Cano, pudo haber sido aquel muchacho herido por el
felón asesino, en el hecho de sangre de la carretera a Linares.
Generoso Garza Cano, se encuentra sepultado
en el Panteón Municipal de Río Bravo, dice la crónica que era un creyente,
llevaba dos escapularios, cuatro imágenes de santos, entre ellos el de San
Judas Tadeo. Sus pertenencias a la hora de su muerte incluían la factura de su
coche, una tarjeta aduanal, 45 pesos con veinte centavos, cinco dólares, un
cargador de pistola 45 y… una estampita con una oración.