LA INCREÍBLE HISTORIA DE DON IÑIGO NORIEGA LASO
Don Iñigo Noriega Laso nació en el Municipio de Ribadedeva, perteneciente al Principado de
Asturias en España, en un pequeño pueblo llamado Colombres, un 21 de mayo de
1853, hijo de José Noriega Mendoza y María Laso. Aunque su padre no había
viajado para América, ya lo habían hecho varios tíos suyos, como Iñigo Noriega
Mendoza (al que años después encontramos como alcalde en el Colombres español).
Este pariente del joven Iñigo tenía algunos negocios en la ciudad de México y
se lleva a esta ciudad a tres de sus sobrinos, entre ellos el que nos ocupa.
Según la historia
fantástica de este peculiar personaje, en el año de 1867, cuando apenas contaba
con escasos 14 años de edad, abandona su natal Colombres para emprender la
aventura hacia América, lo anterior, debido a la crisis económica y a la falta
de oportunidades en su tierra, así, toma un buque en el puerto de Cádiz con
destino a América acompañado de sus dos hermanos, Remigio y Benito. En la
ciudad de México, su tío, Iñigo Noriega Mendoza, era dueño de una tienda
llamada La Mariscala, donde Iñigo trabajó cuando llegó a la capital de México, el 30 de noviembre de
1868, contaba entonces con 15 años de edad.
Sus primeros
empleos fueron sencillos y humildes,
como el de ayudante de tendero, sin embargo, su espíritu emprendedor
pronto se manifiesta cuando con muchos sacrificios logra abrir un pequeño
negocio a una edad temprana, esto le
permitió abrirse camino e iniciar con empeño una carrera espectacular y
meteórica.
El desarraigo en
plena transición de niño-adolescente, además de la necesidad de trabajar en un
empleo ínfimo antes que educarse no quebró su voluntad, su empleo era peor que
mal pagado, con magra comida y como cama el propio mostrador de la tienda
familiar. Sin embargo, pronto cambió de empleo, y así, constantemente, siempre
mejorando y prosperando, en el año de 1870 se le ubica en la tienda de Don
Teodoro García y Hermanos, en la esquina de San Bernardo y Flandes, donde ya
ganaba $50 pesos, de los que enviaba la mitad a su madre que se encontraba en
España. El año de 1871, a la edad de 18 años, representa el salto hacia su
fortuna, cuando con sus pequeños ahorros realizados desde su llegada a México,
comienza su propio negocio adquiriendo la tienda de víveres El Borrego.
Esta es la
versión de los historiadores españoles que han trabajado en la recopilación de
la vida de Noriega, sin embargo, para Pilar Pacheco, historiadora poblana, la
situación es distinta, pues refiere que Don Iñigo se estableció con un
cantinero del Barrio de Jamaica, llamado Don Vicente Castro, a quien
posteriormente convirtió en suegro pues se casó con su hija.
Dentro de los
sucesos que enriquecen la vida de nuestro personaje, es en esta tienda o
cantina donde se produce la primer y más conocida anécdota sobre el carácter de
Don Iñigo. Como las autoridades habían limitado la hora de cierre de los
negocios, Noriega hizo quitar las puertas de la tienda con la finalidad de dificultar
el cumplimiento de la ley, dando largas al asunto, continuó con el negocio
obteniendo pingües beneficios hasta que lo vendió con amplias ganancias, existe
una foto del joven Iñigo, correspondiente a ese año, donde aparece en su tienda
El Borrego acompañado de sus amigos Florencio González y Vicente Ruiz.
En unos cuantos
años el inquieto y joven empresario logra iniciar lo que con el tiempo sería
una inmensa e increíble fortuna, además de que pudo colocarse social y
políticamente en la afrancesada alta sociedad porfirista, adquiriendo una gran
influencia en la época. El triunfo de Iñigo Noriega Laso lo convirtió en el
modelo del inmigrante triunfador que adquirió fama y fortuna en tierras
desconocidas, de su vida se conocen leyendas que de pronto exageran la
realidad, sin embargo, sus actividades triunfadoras representan el paradigma
del indiano (asturiano) exitoso.
Si vida ha
llamado la atención debido al vertiginoso ascenso al poder económico y político
que logró en el México porfirista, del desafortunado y misérrimo inmigrante al
poderoso hacendado e industrial, amigo personal del Presidente Díaz, dotado de
una intuición inusitada, sentido práctico y de oportunidad, además de su falta
de temor ante los riesgos y su enfrentamiento exitoso ante los intereses
creados, lo que le permitió incursionar en negocios agrarios, industriales,
comerciales, bancarios, mineros, etc., al amparo de la política económica del
porfiriato.
Hay quienes lo
destacan como el personaje mítico por excelencia, romántico y literario,
conquistador del México clasista que enmarca el final de la dictadura de Díaz,
constructor de proyectos imposibles, hacedor de palacios nunca habitados, como
el caso de la Quinta Guadalupe, obra arquitectónica ordenada por Don Iñigo y
construida en Colombres, España, dedicada a su esposa Guadalupe y ofrecida a
Don Porfirio, quien en su destierro, la desdeñó por un exilio cosmopolita en
París. Como dato interesante, el nombre de Guadalupe es debido a que ese era el
nombre de la querida esposa de Don Iñigo, amén de que él mismo nunca ocupó
dicha residencia.
Hay para quienes
Noriega no es más que un simple producto y consecuencia del porfirismo y sus
necesidades, sistema al que representa y sintetiza, una época en la que se
acumularon fortunas al amparo del favoritismo del dictador, acusado de
prestanombres del presidente Díaz, señalado como terrateniente, propietario de
un pequeño ejército particular, destructor de la naturaleza, agresor
inmisericorde contra quienes se atrevieron a invadir sus propiedades y atacar
sus intereses, amo y señor de vidas, en fin, sus detractores no escatiman
señalamientos, sin embargo, para algunos historiadores, fue uno de los
hacendados españoles de mayor prestigio en la época y con una visión
empresarial novedosa y práctica.
Sin embargo, para
algunos expertos en la materia Don Iñigo no representa cabalmente al hacendado
porfirista, el de la tienda de raya y derecho de pernada, sus negocios
ejemplifican el impulso capitalista en pleno crecimiento y desarrollo dentro del
sistema porfirista, lo que le ubica como un empresario.
Según la doctora
Pilar Pacheco, destacadísima historiadora poblana y autoridad en el estudio de
este insigne personaje, la fortuna de Don Iñigo era incalculable, pues solo en
el Archivo General de Notarías de la Ciudad de México se le ubica como
propietario de mas de trescientos mil metros cuadrados de terrenos, además de
ranchos, haciendas, como el caso de La Sauteña en Tamaulipas y la célebre Río
Frío en el Estado de México (Los Bandidos de Río Frío, de Manuel Payno), además
de las haciendas de Xico y Chalco en el mismo estado, en este caso, fue dueño
absoluto de la cuarta mas grande de México y accionista de la primera, además
de poseer empresas textiles entre otras.
Es verdaderamente
imposible conocer su verdadera fortuna y propiedades, aunque se sabe que
realizó operaciones de especulación de terrenos, a los 27 años inauguró la
línea de vapores Casa Noriega y Compañía, se dice que todo lo que tocaba lo
convertía en oro realizando una media de mas de cinco operaciones de negocios
por mes.
Doña Cristina
Noriega, hija de nuestro personaje, en los últimos años de su vida relataba
algunos aspectos del carácter de su padre, según ella, Don Iñigo no conocía el
miedo, solucionando a su muy peculiar estilo las situaciones más
comprometedoras.
Doña Cristina
decía que en un viaje en diligencia se produjo un asalto a la misma, al ver la
situación el cochero quiso parar, si embargo, Noriega le ordenó imperiosamente
al conductor que acicateara a los caballos y que por ningún motivo se
detuviera, diciéndole –Tú arrea que yo disparo-
Después de un
enfrentamiento armado con los malhechores, lograron escapar indemnes, salvando
así el dinero y la vida gracias al arrojo y valor de nuestro personaje.
Otra anécdota nos
dice que en plena Revolución se realizaban constantes manifestaciones de
descontento en la ciudad de México y en una de ellas, los manifestantes pedían
las cabezas de los ricachos y favoritos adinerados del presidente Díaz, entre
quienes destacaba Don Iñigo Noriega Laso. Mientras los manifestantes
vociferaban, Don Iñigo enganchó apresuradamente los caballos a su coche, sus
familiares y amigos pensaron que ante el temor de ser atrapado por la plebe,
pensaba ponerse a salvo en un lugar seguro, sin embargo, para sorpresa de todo
mundo, Don Iñigo se unió a los manifestantes tomando lugar al final de la
manifestación, saludando alegremente con su sombrero a sus conocidos y amigos
que se encontraban nerviosos y asustados, presenciando tal manifestación de
locura.
Se casó en el año
de 1876, tomando como pareja a Doña Guadalupe Castro, una mexicana que sería la
madre de sus 11 hijos (María, Lupe, Grafila, Iñigo, Lola, Paquita, Pilar,
Manuel, Eulalia, Cristina y María Luz). En este aspecto, hay también leyendas y
anécdotas que le atribuyen una progenie de entre 35 y 100 hijos
extramatrimoniales, resultado de sus capacidades donjuanescas, sin embargo, al
parecer en su lecho de muerte reconoció a otros siete hijos, lo que nos
indicaría que tuvo mas hijos fuera de su matrimonio, pero no la exageración de
la centena que algunos entusiastas le atribuyen.
En el año de 1881
Don Iñigo era un hombre verdaderamente rico, por lo que decide organizar la
fortuna familiar convidando a su hermano Remigio a unir propiedades en una
sociedad que les permitiera llevar mejor sus negocios, para ello, funda una
sociedad en comandita con Remigio, cuya razón social era Remigio Noriega y
Hermano, cuya motivación era la explotación de los negocios y empresas comunes,
sociedad que duró 17 años, de 1882 a 1899.
Esta sociedad
permitió que las actividades económicas de los hermanos se multiplicaran y
crecieran rápidamente, donde es innegable la sagacidad de Don Iñigo, quien
consiguió espectaculares concesiones del gobierno, producto de las relaciones
sociales y compromisos contraídos con la élite del poder político y económico
del México porfirista.
Ello no le quita
mérito a su sagacidad espectacular, a la visión especial para hacer negocios
por imposibles que estos parecieran, como fue el caso de la desecación del lago
de Chalco para aprovechar las tierras en la agricultura, o el caso de la primer
Fábrica de Hilados y Tejidos Pintados de Algodón, que abrió en la ciudad de
México en 1884, empresa que se convirtió, en diez años, en la Compañía
Industrial de Hilados y Tejidos y Pintados San Antonio Abad, cuyo capital
representó tres millones de pesos de la época, además de una planta laboral de
dos mil trabajadores.
Los negocios de
la sociedad crecieron constantemente, en 1887, Remigio Noriega y Hermano
adquiere en el estado de Morelos uno de los más grandes y modernos ingenios,
ubicado al este de la entidad, además de la adquisición de una zona minera
productora especialmente de plata, perteneciente al distrito de Huautla, en el
sur, para darnos una idea del tamaño de los proyectos de los hermanos, en estas
empresas trabajaban seis mil hombres.
Con el paso del
tiempo, al aumentar constantemente el capital, llevaron a cabo la organización
de una empresa denominada Compañía Minera y Beneficiadora de Metales de
Tlalchilipa y Anexas, cuyo capital correspondía a la cantidad de dos millones
de pesos, las reservas estimadas en plata eran de dos millones quinientos mil
pesos.
En este momento
cabe otra leyenda que atribuye la relación hacendado-caballerango entre el
próspero asturiano y el futuro jefe de la Revolución Mexicana, el general
Emiliano Zapata. Se dice que Emiliano Zapata era trabajador de la empresa
minera de Tlalchilipa, cuando Don Iñigo visitaba la mina era atendido por un
caballerango, aquel que años mas tarde sería conocido como El Relámpago del
Sur, pues era precisamente Emiliano Zapata quien sostenía diligentemente el
estribo de la cabalgadura de su patrón, a fin de que éste subiera cómodamente a
su caballo, la leyenda dice que fue precisamente la mina uno de los lugares que
Zapata escogió para establecer su Cuartel General durante la Revolución
Mexicana.
En las décadas
siguientes al establecimiento de la sociedad y la adquisición de la mina en
Morelos, la actividad empresarial de Don Iñigo se enfoca a la adquisición de
grandes extensiones de terrenos y propiedades rústicas en el Estado de México,
como es el caso de una arriesgada y gigantesca operación, visionaria para
algunos, depredadora de la naturaleza para otros, consistente en la desecación
del lago de Chalco. Como dato curioso en el centro del lago había un islote
llamado Xico, que perteneció al conquistador español Hernán Cortés por el año
de 1523 y concedido por el emperador de España Carlos V.
El proyecto
consistíó en convertir un lago de diez mil quinientas hectáreas de superficie
en terrenos agrícolas, es decir, había que sacar millones de metros cúbicos de
agua, por lo que Don Iñigo se dirige al Gobierno General, desdeñando al del
Estado de México, con la finalidad de solicitar se le diera en concesión el
proyecto de desecar el lago.
Aquí se generó
otra anécdota sobre la vida de Don Iñigo, que nos refiere la desaprobación del
presidente Díaz a tan disparatado e insensata idea, por lo que no tuvo en ese
momento el aval presidencial para sacarla adelante, entonces Don Porfirio, ante
la insistencia y perseverancia de Noriega, llamó al influyente asturiano de
Cereceda, Don Juan Llamedo para, a través de él, advertirle a Don Iñigo sobre
la prohibición a tal empresa y amenazarle por su condición de extranjero, a una
posible expulsión del país. Nuestro personaje no se asustó con ello, puso sobre
la mesa sus argumentos económicos a favor de su proyecto además de que no le
temía a las amenazas, contestó al presidente Díaz que no le importaba la
expulsión de México, pues ello le daría la oportunidad de que su madre, en
España, pudiera verlo frecuentemente.
Es aquí donde
inicia la admiración del general y político mexicano ante la inflexibilidad,
determinación y coraje sobre la defensa de sus proyectos por parte del
asturiano, así las cosas, en una posterior entrevista con Don Porfirio, salió
con la concesión bajo el brazo, además de franquicias y exenciones de impuestos
por setenta años. Para efecto de llevar a cabo dicha empresa, se inició la
construcción de un canal o dren que permitiría sacar las aguas del lago, a este
dren se le llamó Dren de San Andrés.
También se le
atribuyen las propiedades de la mina de Tlalchichilpa, en el Estado de Guerrero
y el ingenio de Agua Hedionda en el Estado de Morelos, así como la fundación de
la Compañía Industrias San Antonio Abad y la Compañía de las Fábricas de Papel
San Rafael.
En el mes de
julio de 1897, Don Iñigo y su hermano Remigio formaron la Negociación Agrícola
de Xico y Anexas, S.A., una nueva sociedad que les permitiría organizar
adecuadamente el proyecto de la desecación de Chalco, esta sociedad contó con
un capital inicial de tres millones de pesos. El tamaño de la empresa requirió
muy pronto de equipamiento moderno, además de graneros, casas para los
trabajadores, maquinaria, aperos, cuadras, establos, amén de un imponente
palacio que se construyó. Todo ello requirió la necesidad de financiamiento que
le fue concedido por un banco francés, el importe era de cinco millones de
pesos, para cubrir dicha obligación, emitió bonos hipotecarios al 5% de
interés, calculando que con el éxito de la empresa, con el rendimiento de las
cosechas obtenidas, pronto liquidaría la obligación contraída, para 1913 ya se
habían invertido siete millones de pesos en la obra.
El número de
trabajadores en Xico era de dos mil o tres mil dependiendo la época de año, la
producción de Xico se estimaba entre un millón cien mil a un millón trescientos
mil pesos anuales, únicamente cultivando el 60% de las tierras que se podían
usar en la producción, el proyecto era de llegar a los dos millones de pesos en
producción, lo que se interrumpió por la Revolución Mexicana y la posterior
expropiación de bienes a los Noriega por parte de los gobiernos emanados del
movimiento armado.
A la compra de
Xico debemos agregar la de las haciendas de Asunción, La Covadonga, Zoquiapán,
Río Frío y La Sauteña. Todo ello representó una cantidad impresionante de
proyectos y experiencias dentro de su infatigable actividad empresarial, de
este modo, en Zoquiapán (donde era su residencia mas estable) producía pulque,
precisamente en ese lugar construyó una imponente y magnífica residencia que
contaba con capilla propia, la que después de la Revolución fue utilizada como
leprosario. Esta residencia era de grandes dimensiones, sólo el comedor medía
cincuenta metros de largo, en el que cabían doscientas cincuenta personas, un
famoso lugar entre la élite más acaudalada de México, donde hospedaba a
personalidades del mundo político y empresarial, tanto mexicanos, españoles
como norteamericanos.
Otra de sus
empresas se encontraba en la hacienda de Río Frío, consistente en la producción
de solventes, en particular, de aguarrás a partir de resina vegetal, en este
proyecto la complicación técnica era enorme, los inconvenientes y obstáculos
eran, para algunos, insuperables, Don Iñigo tuvo que plantar un bosque de pinos
para obtener la resina, además trajo de España a resineros quienes
transmitieron las técnicas de producción a los indígenas encargados de trabajar
con los árboles.
En el año de 1898
su casa en la ciudad de México estaba en la calle de Capuchinas Número 12, sus
oficinas se encontraban en la calle de La Cadena número 16, en ese momento se
encontraba en la cúspide, sus éxitos le permitieron una enorme influencia y
reconocimiento entre los más ricos de la sociedad, participó como apoderado de
Doña Concepción Gómez de Jacoby en el juicio de divorcio de esta mujer, esposa
de don Luis Jacoby, uno de los mayores empresarios de México, el poder lo
obtuvo debido a un juicio de separación de bienes por causa de divorcio, entre
los esposos Jacoby.
Fue garante y
fiador de personas importantes, de quienes obtendría agradecimiento, como el
caso de Don Juan de Dios Villalobos, personaje que tenía problemas de liquidez
ante el Monte de Piedad, bastó una firma de Don Iñigo “Garantizando la honradez
de Don Juan de Dios Villalobos por más de siete mil pesos”, para que fuera
favorecido Don Juan con el respaldo de la institución.
A mediados de
1898 por mutuo acuerdo los hermanos Noriega disuelven la sociedad, fue en ese
período cuando individualmente adquiere la hacienda de Río Frío y el Ingenio de
las Tablas, así como grandes ranchos y propiedades, como Chichicapán y San
Isidro, que cita la Doctora Pacheco en su investigación, además, durante el año
anterior, en 1897, había obtenido una parte del ferrocarril que pasaba por las
haciendas de La Concepción, Buena Vista y Zoquiapán. Aumentó notablemente su
actividad empresarial al incrementar sus movimientos de bienes raíces,
comprando propiedades urbanas y suburbanas, que corresponderían a una extensión
de trescientos cincuenta mil metros cuadrados, en las cercanías de la ciudad de
México.
Fue sin embargo,
en el Estado de Tamaulipas, donde Don Iñigo adquirió la mas grande de sus
propiedades y diseñó uno de los planes mas ambiciosos de su carrera
empresarial, en una compañía que denominó “Negociación Agrícola La Sauteña”
donde fue propietario del 59.5% de las acciones de la empresa.
En el año de
1905, el inquieto, industrioso y acaudalado inmigrante español, inició el
proyecto que permitiría unir a la ciudad de México con Puebla por ferrocarril,
lo que le beneficiaría enormemente pues atravesaría sus propiedades ubicadas al
oriente de la capital mexicana, el tren recorrería 130 kilómetros y suponía un
ahorro en kilómetros de un 40% sobre las líneas ya establecidas, Don Iñigo
invirtió dos millones de pesos y en 1914 estaba construida un 70% de la obra.
Otro dato curioso
y anecdótico es el hecho de que llegó a tener un pequeño ejército
particular, que le servía para proteger
sus inmensas propiedades, pasando a los anales de la historia mexicana como uno
de los hombres mas interesantes, tanto por su inmensa riqueza que lo ubicó
entre los mas ricos de la segunda mitad del siglo XIX, como por su iniciativa a
las grandes y a veces increíbles y fantásticas empresas.
La Revolución
Mexicana no le permitió continuar con su meteórico ascenso en los negocios, los
hombres del nuevo poder no le perdonaron su riqueza y los agravios de sus
influencias, representaba el paradigma del régimen que había que destruir y sus
propiedades fueron incautadas por la revolución, como fue el caso de La
Sauteña.
Otro dato
interesante de la multifacética personalidad de Don Iñigo, es que en febrero de
1911, por instrucciones del presidente Díaz, entró en negociaciones con Ernesto
Madero (hermano de Don Francisco I. Madero), con la finalidad de convenir en
tratos para contener el movimiento revolucionario, empresa en la que fracasó.
Don Iñigo Noriega
Laso tuvo que salir de México para salvar la vida, debido a su posición
privilegiada en la alta sociedad porfirista, es de suponer que los
revolucionarios se ocuparan de él, contradictoriamente no fue así, pues fue
perseguido por el usurpador Victoriano Huerta, así que después de haber sido
influyente e intocable, pasó a perseguido. En 1914 con la ayuda de su amigo Don
Joaquín Pita, quien era un político y militar distinguido y respetado, pudo
trasladarse a España y luego a los Estados Unidos, cabe señalar que Don Joaquín
era de personalidad humanista, se sabe que proporcionó alimentos a los hermanos
Serdán cuando se encontraban presos.
Don Iñigo se
trasladó por algún tiempo a vivir en el Valle de Texas, específicamente en el
Condado de Hidalgo, donde el rico anecdotario de este ilustre personaje, nos
refiere que dejó descendientes en ese lugar como resultado de su incansable
actividad de mujeriego, particularmente con un hijo varón al que su madre
(obviamente no fue Doña Guadalupe), puso el nombre de Iñigo y el apellido de su
padre, Noriega.
Antes de concluir
esta interesantísima biografía, quiero comentar que algunas personas
identifican a Don Iñigo como el Conde Del Sauz, personaje de ficción
perteneciente al escritor Manuel Payno y que se encuentra en la novela “Los
Bandidos de Río Frío”, por el título de la novela encontramos una primer
similitud con la Hacienda de Río Frío, propiedad de Noriega, en segundo lugar,
Manuel Payno fue contemporáneo de Noriega, pues falleció en 1894, en tercer
lugar Sauz y Sauto se parecen, en cuarto lugar, Payno estuvo en Matamoros a
finales de 1800.
Aunque estas
casualidades se manejen con la pretensión de darle un Conde a Río Bravo en la
persona de Don Iñigo, el pretendido Conde Del Sauto, la verdad es que los datos
históricos consultados nunca refieren que se le haya otorgado un título condal,
el cual obviamente tendría que haberse dado por un gobierno monárquico
extranjero, debido a que en México no existen los títulos nobiliarios por precepto
constitucional.
Sin embargo,
aunque Payno pudiese haber incluido a Noriega en sus páginas en el personaje de
ese Conde, eso no basta para otorgar un título a Don Iñigo, como algunos
pretenden, además de que la trama de la novela se centra en la historia de una
banda delictiva que asoló el oriente de la capital mexicana entre 1830 y 1840
fechas que no encajan con la vida de Don Iñigo.
A pesar de ello,
es justo mencionar que recibió una condecoración de manos de la Reina María
Catalina de España, con la Gran Cruz del Mérito Naval, también fue nombrado
Caballero de la Orden de Alfonso XII, como premio a sus servicios a España
durante la Guerra de Cuba, ésto le confiere el título de Caballero, aunque no
el de Conde, como algunos lo pretenden.
Don Iñigo Noriega
retornó a su querida ciudad de México durante el gobierno de Venustiano
Carranza, quien le permitió el ingreso al país, una vez en suelo mexicano, el
inquieto empresario asturiano las gestiones legales con la finalidad de
reclamar su fortuna, empresa en la que desgraciadamente fracasó, pues perdió la
mayor parte de sus bienes.
Don Iñigo Noriega
Laso, Caballero de la Orden de Alfonso XII, hacedor de sueños y empresas
imposibles, quien en su adolescencia arribó a la capital mexicana huyendo de la
pobreza y se proyectó como uno de los hombres más ricos e influyentes en las
postrimerías del porfiriato, a la edad de 70 años en el año de 1923, fallece al
lado de sus seres queridos en la ciudad que le recibió siendo un niño y que le
vio coronar de éxitos una vida increíble y digna de ser plasmada en los anales
de la historia mexicana.
Iñigo Noriega
Laso, fundador de Colombres y por ende fundador de la ciudad de Río Bravo,
Tamaulipas.
Hay una
obsesión que llena mi vida
Quiero
un Colombres digno de La Sauteña
Una
Sauteña digna de México
Un
México digno de América
Una
América digna del mundo.
Iñigo
Noriega
Colombres, mes de marzo de 1910